Actualmente la salud humana, la seguridad alimentaria y los recursos naturales se ven amenazados. Esto pone en riesgo a millones de personas, especialmente a los sectores más vulnerables. Promover soluciones integrales, que lleven a la transformación de los sistemas agroalimentarios en clave de sostenibilidad, es fundamental para reducir el hambre, la pobreza, y contrarrestar el cambio climático.
En el mundo se producen alimentos suficientes para toda su población. Sin embargo, en 2019, se estima que 746 millones de personas se enfrentaron a inseguridad alimentaria grave y más de 1250 millones no tuvieron acceso regular a alimentos nutritivos y suficientes, aunque no hayan padecido hambre necesariamente. Estos datos fueron recabados por el informe “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo”, en su última edición presentada en julio de 2020.
Lamentablemente este año, el Día Mundial de la Alimentación, presenta una situación más acuciante. A raíz de la pandemia de la COVID-19 se interrumpieron cadenas de suministros de alimentos y se perdieron fuentes de trabajo, disminuyendo los ingresos familiares. Como consecuencia, se estima que en 2020 podrían sumarse al total de personas subalimentadas, entre 83 y 132 millones.
Por decenios, el número de personas que padecen hambre fue decreciente; sin embargo, esa tendencia se revirtió en 2014. Específicamente, América Latina y el Caribe es la región donde la inseguridad alimentaria está aumentando con mayor rapidez, del 22,9% en 2014 al 31,7% en 2019.
De continuar en esta vía, no se alcanzarán las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible relativos al hambre y la malnutrición en 2030. El esfuerzo debe concentrarse en aumentar la disponibilidad de los alimentos nutritivos que forman parte de las dietas saludables, ya que, para la población pobre, estas dietas representan costos muy altos en relación a sus ingresos.
Uno de los factores que determinan el aumento del costo de los alimentos nutritivos son los bajos niveles de productividad, tecnología e innovación en los cultivos. Disminuir los costos de las dietas saludables las hace más accesibles a mayor número de personas y repercute en la seguridad alimentaria. Alineado a este fin, FONTAGRO apoya iniciativas de investigación para la mejora de la productividad, la eficiencia y la sostenibilidad de la agricultura familiar en América Latina y el Caribe. Lo hace a través de la articulación de plataformas regionales de innovación entre dos o más países.
Este año comenzaron nuevos proyectos de I+D+i, co-financiados por FONTAGRO, que abordan áreas estratégicas del sector agroalimentario en la región. Entre las plataformas conformadas, existe una con el propósito de mejorar el sistema de producción de papa y tubérculos andinos de pequeños agricultores en Colombia y Bolivia, a través del uso de semilla de buena calidad genética y fitosanitaria. Estos cultivos son esenciales para la seguridad alimentaria por ser una fuente accesible de calorías, vitaminas, antioxidantes y minerales.
Otra iniciativa fomenta usos sostenibles de la tierra mediante la implementación de sistemas silvopastoriles multipropósito para la ganadería familiar en Perú y Colombia. El objetivo de este proyecto es mejorar la productividad, por consiguiente, la rentabilidad del productor, y evitar el avance de la deforestación en esa región.
Además, destinada a la ganadería se articuló una red de trabajo entre Argentina, Bolivia y Paraguay, que busca mejorar la eficiencia y estabilidad productiva, socioeconómica y ambiental de los sistemas de cría, recría y engorde bovina en el Chaco Sudamericano.
En cuanto a la inocuidad, otra característica importante en relación a la seguridad alimentaria, comenzó a desarrollarse un proyecto de investigación para el manejo agroecológico de la coccidiosis aviar, mediante la crianza bajo prácticas de bienestar animal, gestión sostenible de los recursos naturales y utilización de probióticos.
Finalmente, enmarcado en la misma convocatoria, se dio inicio a un proyecto que promueve el Sistema Intensivo del Cultivo Arrocero (SRI o SICA) en Chile, Panamá, Argentina y Venezuela. Se trata de una solución tecnológica que genera resiliencia en los cultivos para afrontar la escasez del recurso hídrico.
Para FONTAGRO es crucial el apoyo a los pequeños productores en el manejo eficiente de recursos, la integración a circuitos de comercialización y el desarrollo de resiliencia ante el cambio climático. Sólo siguiendo estas directrices, así como, mediante la adopción por parte de los consumidores de hábitos alimenticios saludables, podremos acercarnos al cumplimiento de las metas planteadas en la Agenda 2030.
Más proyectos FONTAGRO para una intensificación sostenible aquí.
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Sobre FONTAGRO
FONTAGRO se creó en 1998 con el propósito de promover el incremento de la competitividad del sector agroalimentario, asegurando el manejo sostenible de los recursos naturales y la reducción de la pobreza en la región. El objetivo de FONTAGRO es establecerse como un mecanismo de financiamiento sostenible para el desarrollo de tecnología e innovaciones agropecuaria en América Latina y el Caribe y España, e instituir un foro para la discusión de temas prioritarios de innovación tecnológica. Los países miembros son: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, España, Honduras, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. En los últimos 25 años se han cofinanciado 195 plataformas regionales de innovación agropecuaria por un monto de US$139.7 millones, que ha alcanzado a 1809 instituciones y 35 países a nivel mundial.