Un enfoque social para la diversificación productiva y la organización comunitaria
Una comunidad de 65 familias minifundistas en condiciones de pobreza e inseguridad alimentaria en el Chaco argentino se unieron a organizaciones públicas y privadas para fortalecerse social, económica y nutricionalmente.
El contexto de la historia
Históricamente, gran parte de la población de la provincia del Chaco, Argentina, ha tenido poco acceso a alimentos nutritivos o servicios. En consecuencia, ha prevalecido la desnutrición crónica, especialmente la infantil.
En el sudoeste de la provincia, una región subtropical y semiárida, minifundistas periurbanos anteriormente empleados en la cosecha de algodón se instalaron en chacras de unas 10 hectáreas, la mayoría como ocupantes de tierras fiscales municipales.
Estas familias numerosas tenían trabajos ocasionales y viviendas precarias sin acceso a agua segura. Más de la mitad carecía de huertas y de cercos para la cría de animales.
Una comunidad se moviliza para combatir la inseguridad alimentaria
La iniciativa implementada
Junto a un equipo de organizaciones nacionales e internacionales, el INTA Las Breñas promovió cultivos adaptados al ambiente y de alto valor nutricional y cambios de hábitos alimentarios para mejorar la alimentación de las familias.
El proyecto incluyó la mejora de la gestión de agua con la construcción de cisternas y el reciclado de aguas grises para el regadío.
Asimismo, la aplicación de cadenas de valor y métodos de capacitación campesino-a-campesino permitieron realizar innovaciones tecnológicas, organizativas y comerciales.
Diversificación, capacitación y empoderamiento para transformar una comunidad
La solución tecnológica
El proyecto propició el desarrollo de huertas y granjas mediante prácticas agroecológicas.
Se seleccionaron cultivares por su adaptación al ambiente, valor nutricional y productividad.
Se rescataron semillas locales y cultivos tradicionales de la zona.
Se introdujeron hortalizas de hojas verdes, ricas en vitaminas y minerales, que anteriormente no integraban la dieta familiar.
Se entregaron semillas y se difundieron métodos de asociación de cultivos, rotaciones, fabricación de abonos y gestión del agua.
Se incentivó la cría de ganado. Se instalaron alambrados perimetrales, se hicieron pozos de agua y se dotó a los productores de maquinarias y equipos de uso colectivo.
Para aprovechar excedentes y alimentos perecederos se formó a los beneficiarios en la fabricación de conservas y jugos.
Las capacitaciones incluyeron buenas prácticas de transformación y conservación de frutas y hortalizas, sin uso de conservantes químicos, y análisis de riesgos y puntos críticos de control, entre otros puntos.
“Ahora, producimos un poquito de todo. Aprendimos a alimentarnos bien, en forma saludable.”
Países participantes
Resultados
El INTA promovió la introducción de la tuna, de alto valor nutricional y apta para las condiciones de sequía locales.
De una dieta basada en carbohidratos y grasas se pasó a una alimentación variada y saludable.
El proyecto benefició directamente a 325 personas. Además, se capacitó a 3.000 personas, y los excedentes alcanzaron a 7.000 consumidores.
Las familias tuvieron acceso a microcrédito para el equipamiento y la mejora de sus operaciones.
Se creó una asociación de mujeres emprendedoras que se profesionalizaron, se capacitaron, y pudieron usar recursos públicos.
La superficie sembrada y la producción de hortalizas se incrementaron significativamente. Los frutales, muy escasos al principio de la iniciativa, brindan hoy 11 t de producto fresco.