La quinua del NOA se cultiva desde hace miles de años, pero su existencia era ignorada incluso por atlas científicos y no existía germoplasma conservado de quinuas nativas.
Sin embargo, algunos agricultores de pueblos originarios del NOA seguían sembrando variedades heredadas de sus antepasados.
Algunos investigadores coleccionaron esos germoplasmas entre 1970 y 1990, pero estos no fueron mantenidos adecuadamente y se perdieron.
Mientras tanto, la importación de semillas de variedades comerciales de Perú y Bolivia amenazaba con reemplazar la quinua nativa regional.
Se hizo imperioso estudiar la biodiversidad local.
En una primera etapa, el equipo evaluó y confirmó la posibilidad de recuperar la producción de quinua mediante material genético local.
Luego, la FAUBA recolectó y caracterizó variedades nativas en un vasto territorio con gran diversidad de climas.
34 variedades fueron caracterizadas usando los descriptores para quinua de Bioversity International; además, junto con agricultores, el equipo evaluó 12 variedades nativas en tres ambientes contrastantes para documentar su desempeño agronómico.
Asimismo, se utilizaron marcadores microsatelitales sobre 35 variedades para determinar el perfil genético de la colección.
En 2015, al estudiar 21 variedades recolectadas en una amplia gama de ambientes, los investigadores midieron la gran variabilidad de la quinua y encontraron en las variedades del NOA un valor nutricional comparable al de las variedades líderes.
Por último, un análisis multivariado identificó patrones genéticos que permiten el desarrollo de alimentos con perfiles nutricionales específicos.
92 cultivares de quinua nativa del NOA se conservan en el Banco Nacional de Germoplasma del INTA en Buenos Aires.
Materiales con altos niveles de nutrientes y buenos rasgos agronómicos fueron compartidos con programas de mejoramiento genético, contribuyendo al desarrollo de nuevas variedades.
El proyecto incluyó la formación de investigadores, la capacitación de técnicos y agricultores, la promoción del consumo, y difusión del valor de las variedades nativas.
De siembras aisladas y con pocos cultivos en 2006, se pasó a casi 100 unidades productivas familiares con 1.245 ha cultivadas.
Se ampliaron las siembras con fines gastronómicos, lo que aumentó también la disponibilidad de quinua para la población local.